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LA RAZÓN DE SER DEL APRENDIZAJE

LECCIONES DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL (Primera entrega)

Hace muchos años recibí la primera lección del significado de la palabra aprendizaje y lo recuerdo con tanta claridad que aún sigue impactando en todo mi ejercicio profesional. Fue tan clara la definición debido a su sencillez y contundencia. El aprendizaje es un proceso de cambio relativamente permanente producto de la experiencia. Queda claro, si no hay cambios no hay aprendizaje.

Un poco más cercano en el tiempo me encontraba en un congreso de Recursos Humanos y psicología laboral y se hablaba de la importancia de los procesos formativos al interior de las organizaciones y en un momento de la discusión levanté la mano y pregunté ¿Por qué las organizaciones deben capacitar (entrenar o desarrollar procesos forrmativos), no es acaso responsabilidad de la academia?

La respuesta a pesar que era clara y obvia, despertó en los colegas una tremenda discusión. Sabemos de la importancia de la formación entre muchas razones, porque el mundo es cambiante, aparecen nuevas tendencias, se requiere desarrollar nuevas habilidades, la organización introduce nuevas estrategias y más. Todos los cambios que se presentan demanda de las personas recrear sus conocimientos, desarrollar nuevas habilidades y moldear comportamientos y actitudes

En realidad, la pregunta no era ingenua, buscaba levantar la inquietud vivida en muchos procesos formativos. Se desarrollan temas por darlos y se muestra poca preocupación sobre los cambios reales que se deben tener. Esta inquietud surgió en realidad desde que en una ocasión me dijo un gerente financiero. ¿Sirven de algo esas capacitaciones? Yo le respondí que sí y de inmediato me reto. “Cómo me demuestra que lo gastado realmente ha contribuido”. Me queria decír: «demuéstreme que la capacitación (el proceso formativo) es una inversión».

Me atrapó en ese momento, pero luego caí en la reflexión que la formación debe generar aprendizaje, éste surge de una realidad que desea ser transformada y la eficacia de todo proceso formativo se encuentra en la evidencia del cambio que el aprendizaje produce. Su eficacia no está en el método, en la técnica, ni siquiera en el experto. El evento puede ser muy bonito, dinámico, gamificado, vivencial o experiencia, pero si no genera cambios y transforma la realidad, poca será su eficacia a pesar de la validez del método.

Si deseamos comprender los procesos formativos y ser parte activa del cambio como facilitador, formador o tutor, debemos considerar la discusión arriba planteada. Ningún proceso de capacitación o formación será eficaz sino considera el cambio a generar. Para ello te propongo retomar algunos conceptos importantes y básicos.

Te recuerdo que todo proceso formativo es parte de un conjunto de acciones mayores llamado educación y se define como un proceso destinado a desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen[1].

La educación es una acción metódica ejercida sobre el ser humano para provocar su desarrollo, por tanto, su finalidad es conservar, desarrollar y perfeccionar las disposiciones existentes en las personas. A través de la educación se busca impulsar procesos que están condicionados sobre la base de 3 factores:

1. Acciones que las personas realizan.

2. Actúan sobre atributos naturales en los seres humanos.

3. Relaciona circunstancias especiales del medio y de la situación del mundo de cada persona.

El proceso educativo y la formación profesional inmerso en él, busca ante todo generar un crecimiento en las personas y organizaciones, transformado su realidad, dándole sentido y significado a sus acciones. Por ello como decía Paulo Freire, se trata de un proceso liberador. Nótese que establecemos orden entre personas y organizaciones, puesto que éstas últimas no tendrán cambios si antes no se da en las personas.

Cuando el proceso formativo, como parte de la educación, se enfoca en el ámbito laboral se denomina formación profesional y son acciones planificadas e intencionada en la acción cotidiana, en sus funciones laborales. Busca llenar vacíos en el aprendizaje de las personas o cualificar en la ocupación de un trabajador, todo con la finalidad de mejorar su desempeño y apoyar en sus capacidades para alcanzar los resultados esperados. Es imperativo que los procesos formativos impacten en el desempeño de las personas (trabajador) y debe ser en uno, dos o tres niveles de interés. 1. Cliente/usuario/sociedad, 2. Miembros que integran la organización (jefes y colaboradores); 3. Propietarios/accionistas o funcionarios de alto nivel.

Desarrollar acciones formativas en el ámbito laboral requiere retomar los principios que ofrece la didáctica y andragogía. La didáctica es la ciencia que estudia el proceso de enseñanza – aprendizaje y los componentes que se interconectan. Cuando este proceso se enfoca en personas mayores o adultos se denomina andragogía.

Cuando se habla de la didáctica debe considerar la doble condición que integra el proceso formativo: La enseñanza y el aprendizaje. Se tratan de dos caras de la misma moneda. Se trata de diseñar experiencias de enseñanza para provocar aprendizaje. La enseñanza con todos sus métodos y técnicas si no impacta en el aprendizaje carece de sentido. Si no hay cambios en el desempeño orientados a impactar en uno o los tres niveles de interés, en realidad serán accciones bonitas que impactan en el gasto y no en la inversión. Por tanto implementar acciones formativas sin obtener cambios en el desempeño no tiene sentido.

[1] https://www.google.com/search?client=firefox-b-d&q=educaci%C3%B3n

Jaime Orlando García - El Incitador de tu ser

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